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Aquella primera tarde de marzo, bajo la cúpula de la sala principal, se incendió la dicha.
Viktor Hartmann se había traído toda Rusia bajo el brazo, a pinceladas; y Modest captó su música.
Me hubiese gustado estar allí, en San Petersburgo, en la academia de bellas artes, en 1874…


(del diario personal del dr. Sverennson)


 Aquella primera tarde de marzo fue la primera de muchas otras.
Tú y yo nos despedíamos, bajo el imponente armazón de hierro y cristal.
Recuerdo que me atrajiste hacía ti, cerrando el nudo de tu abrazo entorno a mi cintura, y me susurraste un lindo beso al oído.
Cuando nuestros ojos se volvieron a encontrar, se desveló el secreto…

Al salir de la estación, vagué sin rumbo, con la mirada incendiada en tu silueta, calculando los kilómetros que aquel tren te iba a separar de mí.
La suma me llevó por callejones estrechos hasta el museo metropolitano, y bajo la cúpula de la sala principal, me vi expuesta en la pared.

Supe entonces que vagaría de cuadro en cuadro, de ciudad en ciudad, buscándome. Y que cada vez que me encontrara, mostraría el óleo a la manera de Ravel, orquestado a todo color, como él había hecho en 1922 con la suite a piano de Mussorgsky.