15/2/15

24. Orfeo



¿Qué convierte en irrefrenable un impulso?
¿Por qué la carne es pura tentación?
Tal vez se trate de una conspiración de los sentidos, para arrojarnos en brazos del deseo más absoluto.
Lo que se come con la vista ha de ser degustado también por boca. Y si, no pudiendo llevar adelante el plan, los ojos se ciegan para evitar mayores castigos, el olfato reconoce el celo y nos lo sirve en bandeja para que nuestro cerebro sufra de inanición, mientras el oído nos engaña con sensuales peticiones de rendición que urgen a nuestro cuerpo a responder en consecuencia. Hasta que el más leve de los roces cede, y quizá se alivie el sufrimiento. O el tacto sólo haga aumentar todavía más la urgencia por poseer aquello que ante nosotros se desvela sensual, libidinoso y febrilmente arrebatador.


(del diario personal del dr. Sverennson)



Me contemplas, impúdico. Y aunque yo no puedo saberlo pues cerré los ojos al desaparecer tu estela del lecho, sé de tu pie firme junto a una de las columnas que sustentan el dosel. Vuelta del revés, mis pies reposan en la almohada, y al otro lado de este océano, un enjambre alborotado es mi cabello. Y no cejas en tu empeño de observarme, ¡como si lo supiera! Y al intuirte me estremezco, así como las puntas de color cereza rabioso, traidoras en mi afán premeditado de pasar por lo que nunca fui.
Y me rindo, voy poco a poco entreabriendo las pestañas para dosificar lo magnífico de tu cuerpo. Así lo primero en aparecer es la sábana anudada; cuento sus pliegues, las arrugas, terminando en el filo carnal de tu vientre, donde las ingles me arrebatan el lento suspiro de la perdición.
El ombligo estrella al abdomen, y de ahí para arriba, se despliegan las costillas, montando el esqueleto de quien oye perfectamente la violencia con la que mis uñas se clavan en la pobre cama. Y antes de seguir adelante, mi cuerpo serpentea en respuesta al deseo latente que nace entre nosotros. En tu pecho, en la clavícula, en el cuello… reparo bien poco, lo siento; me incendiaste las pupilas, debo encontrar las tuyas con urgencia.
Me duele la pasión, se hace apremiante. Pero sigues al margen de la imaginación que me arde por dentro.
Y pese al arrebato, al cándido destello que ilumina tus ojos, mi rezo quiere que nada te turbe, que permanezcas así para mi propia delectación, ofreciéndome la belleza intacta que muchas otras veces he tenido vibrando sobre mí.



[Quiero y no puedo tocarte. Me mortifica la morbosidad de la escena. Si para cuando me cantes al oído o tu piel roce la mía no se ha roto el hechizo, sé de buena tinta que sabrás insuflarme savia donde más la necesito]

6 comentarios:

  1. ....deseo que infla el alma........lo llaman pasion.......y debora el corazon haciendo de dos uno.......magia en tus letras.

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    1. muy cierto Hada, gracias por el sello de tus letras por aquí

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  3. Y yo aquí imaginando tus nalgas que estaban apretadas, presintiendo los movimientos que ofrecía mi cuerpo ardiendo.. y un balanceo. Mis labios que se acercaban peligrosamente a tu piel... sintiendo la humedad de mis besos... tu cuerpo temblando, tu cabeza acurrucada enredada entre las sábanas, tus labios apretados... no querías ceder, sin embargo, algo se movió dentro de ti, y tu vientre tembló, sintiendo el cosquilleo que te avisaba que ya no podías contenerme, y alzando el culo, dejaste que mis labios entraran suavemente mojando tu piel..el cosquilleo de mi lengua se convirtió en algo inevitable... el deseo florecía, como las flores en primavera... te entregaste al disfrute de esa juguetona y curiosa brisa que se escurría entre tus carnes... luego, como un suave pinchazo juguetón, rozó el oscuro vértice que de niña te asqueaba, pero que en esos precisos momentos, sólo te causaba placer, un placer culpable, pero inevitable... esa caricia que rozaba y entraba justo entre tus nalgas, sometiéndote a oscuros juegos de éxtasis y temblores incontrolables.
    Esa sensación profunda que entraba suavemente, como ligero cause de aguas, como brisa fría y que te calentaba por dentro hasta perderse en tus pensamientos. Entró inundando de placeres, tus nalgas hasta reventar en tu inconsciente... Gemías y jadeabas con tranquilo vaivén, sentías como el tibio y húmedo pedazo de carne se apoderaba de todo, el temblor de tu vientre, el cosquilleo anal, el endurecimiento de los pezones, hasta el temblor de tus senos, y una garganta seca, donde la saliva te lastimaba. tu cuerpo ardía por dentro como una hembra en celo cubierta de sucios, pero agradables pensamientos... Sentías como tus carnes se rendían a esas caricias sin siquiera controlar el pudor que sentías, y empujaste hacia atrás para clavarte profundamente en mi boca... pedías clemencia, frotabas el culo salvajemente sobre mis labios hasta sentir que mi lengua se clavaba en ti, luego posaste tus senos entre las sabanas, bajaste la cabeza y rogaste por lo que nunca habías imaginado rogar...
    Alce la vista, levante mi cuerpo, me enterré con mi sexo entre tus nalgas, deslicé mi cabeza dentro con delicadeza, empujé hasta sentir que tus gemidos se convertían en gritos de placer... repetías una y otra vez....

    - No dejes de hacerlo, el placer y ese dolor, que no es dolor, se hace más intenso entre mis nalgas, ... de niña soñé con esto, de como sería, y ahora sólo te quiero adentro... empuja, empuja....-

    Y la saliva empezó a caer por tus labios, babeabas como una cortesana en celo, y te aferrabas a la cabecera de la cama para empujar hacia mi, doblarte de placer, jadear sin respiro, rogar y ceder... tu cuerpo estaba siendo destrozado por el deseo y el placer.. hasta que sólo empujé para quedarme en el fondo y dejar correr el néctar dentro ..., apretabas tus labios, gemías , para finalmente, explotar hasta que todo se volvió un torrente ... y sentiste como te corrías entre las piernas majándolo todo... y caíste entre las sábanas, retorciéndote de placer, hasta agotar todo el aire que apretaba tus pulmones ... y rogaste para que no saliera de ti, y empujara hasta que tu corazón se calmara....

    Don Juan de Marco,Mis Placeres culpables...

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    1. si en algún momento hubiera sido niña, hubiese soñado con semejante dechado de placeres

      gracias Rodrigo

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La palabra sólo puede celebrar la belleza, no reproducirla (Thomas Mann)