Faruffini fue perdiendo poco a poco la razón entre Milán, Paris, Roma y Pavia. Liquidó su estudio para dedicarse a la fotografía y llegó incluso a casarse un año antes de darse por vencido y matarse. Pero su cabeza ya no estaba tranquila.
[…] Hallé a su Clara en Milán, y lo que me dio la idea fue el humo de su pitillo: mi mujer también leería, con sus bellos ojos entornados; también recogería su cabello en un moño bajo… concentrada siempre en la delicada textura de un libro…
(del diario personal del dr. Sverennson)
Leo…
“Me tiendo a su lado, al lado de su cuerpo cerrado. Reconozco su olor. La acaricio sin mirarla.
- ¡Oh, me haces daño!
Sigo. Al tocarla reconozco las ondulaciones de un cuerpo de mujer. Dibujo flores encima. Ya no se queja. Ya no se mueve, sin duda recuerda que se halla aquí con el amante de…” (1)
Leo.
Y me viene tu olor, evocado al final de las horas, cobijado secretamente en un infinitesimal alboroto.
Y en ese olor bravío tu montura entre mis glúteos, congelado en un presente absoluto.
El cuento de hoy guardaba cristales de sal y torsos imbricados, mágicas estelas en el dorado porvenir de un orgasmo ahogado en tu boca.
Leo.
Y huelo tu pelo, la dulzura de tus manos, el sudor que enmascara tus tatuajes.
Y suspiro, y en ese aire melancólico se escapan también volutas de ti.
Cierro el libro y el levante volcado entre sus hojas me trae tu silueta, varada sobre las sábanas, rompiendo mi mar.
(1) Fragmento de: El arrebato de Lol V. Stein (Marguerite Duras)
Un final esperanzador...
ResponderEliminarCuando a una persona se le conoce lo suficiente, los sentidos siempre la encontraran aunque este del otro lado del mar, los sentidos si recuerdan, no como nosotros.
ResponderEliminarAh, y esto...
llegó a casarse un año antes de darse por vencido y matarse.
Creo que justo por eso se mató
Syd, a lo mejor sí, quizá ese compromiso acabó por rebosar su vaso
ResponderEliminargracias a ambos por dejar vuestra huella
…Durante un largo rato ella no sabe nada de él. Y luego él habla. Pregunta cómo era aquel hombre, su nombre, su goce, su piel, su verga, su boca, sus gritos. Hasta el alba sigue preguntando. Solo al final, el color de sus ojos. Ella duerme.
ResponderEliminarEl la mira. En la masa ensortijada de cabellos, en la profundidad del brillo negro, de los destellos rojizos que recuerdan los de las pestañas. Y los ojos de pintura azul. Y de la cabeza a los pies, aquella paridad del cuerpo partiendo del eje de la nariz, de la boca, en el cuerpo todo entero aquella repetición, aquella repetición idéntica de las cadencias y de la fuerza y de la fragilidad. La belleza.
Aquel hombre existe como ella bien dice.
(Los ojos azules, pelo negro. Marguerite Duras)
el dr. Sverennson me ha enseñado a apreciar a dos margaritas
ResponderEliminarla Duras y la Yourcenar
Entre recuerdo y recuerdo intentas leer.
ResponderEliminarPero no.
Saludos.
Toro, no sé si leo lo que fui, o recuerdo lo que leí
ResponderEliminarNo recuerdas, ni lees, simplemente eres...Muy buena entrada Shang, estás traspasando puertas de una sutileza y erotismo sublimes.
ResponderEliminarUn beso
Leo, y es la poesia que desborda. Excelente
ResponderEliminargracias Taty, gracias Caligrafista, pero ante vosotros me quito el sombrero, siempre
ResponderEliminar_Vientos del Este para orgasmos ahogados... vientos.. que fueron... ....
ResponderEliminarson deliciosas tus evocadoras sugerencias.. sensuales....
vientos.. a veces ... sólo eso.. y un buen libro... entre medias...
eso sí.. sin suicidios.. por favor..
beso de viento de poniente...
P.D.
ResponderEliminarNo puedo cargar el video en el pueblo, tarda una eternidad la línea lenta..
lo haré mañana o el lunes y te cuento de esa atmósfera.. cero..